sábado, 26 de julio de 2014

Mala Racha.

”Los Romeos se demoran y las Julietas se desenamoran”. ( Joaquín Sabina) 
Mientras la vida te regala posibilidades y esos ya comunes admiradores rodean tu imponente ego, mi imagen que una vez fue nítida se convierte en sombra.
Unos cuantos fracasos amorosos, consultas con videntes, leer cuanto libro de autoayuda se me atravesó en las librerías; interminables y bien caras por cierto sesiones con psicólogos, entre muchos otros artificios de mujer desesperada, he decidido renunciar a ti.
No obstante, mi búsqueda no se detuvo por haber tropezado. un romance cibernético que terminó con un clic y un último quien no sabía lo que quería y no se quería enamorar. Pero ¿qué estaba pasando? ¿Era esto una vaina echa’, como dicen? ¿Acaso la fábrica que se encarga de producir la mercancía “hombre de la vida de una”, la habían expropiado?, ¿acaso en su lugar habían mandado una manada de farsantes que te hacían creer que lo eran, para después, sin anestesia y de la manera más cruenta, dejarlo a uno con los tequeños fríos para la boda que ya me había armado?
Tras mi mala racha de amores frustrados hice lo que hacen todas las mujeres decepcionadas: Me reuní cada viernes a tomar con mis amigas y a hablar mal de los hombres. Me quejarba hasta el cansancio de que ninguno sirve ¡Es que no hay hombres! me estoy despidiendo de ti, amor de vida; de la idea de conocerte, del sueño que siempre tuve de tener dos muchachitos, una casa grande y un matrimonio de portada de revista “Caretas”. Renuncio a ti porque no sé dónde estás metido y perdí toda esperanza de encontrarte. la verdad ya agoté todos los recursos de los que disponía. No sé si algún día lleguemos a coincidir, tal vez cuando aparezcas esté vieja y enclenque, y prefieras irte con una más joven y que esté “tunning”. Pero no creas tú que por ello me voy a quedar en mi casa rezando, leyendo y tejiendo mientras apareces. Saldré a divertirme para olvidar la pena de no tenerte a mi lado. Quién quita que me consiga mi peor es nada; sobre todo porque eso de vestir santos siempre me ha parecido aburridísimo. A estas alturas no estoy muy exigente, ¡agarrando aunque sea fallo!
En fin, si algún día te da la gana de aparecer y todavía estoy interesada en ti, veremos qué pasa. Por los momentos, me voy a dejar de puritanismos y de estar creyendo en mitos y leyendas urbanas de príncipes azules. Así que no se te ocurra aparecer ahorita que me voy a soltar el moño. Necesito tiempo y espacio para reconsiderar la posibilidad de volverte a buscar, estás fuera de mi vida por insolente y mentiroso, a cuantas dedicaste nuestra canción , a cuantas le dijiste lo mismo que yo , a cuantas … ¡tú te lo pierdes!
Anoche quise escribirte, pero ya era tarde. Pasaba de la medianoche y yo me debatía si debía mandarte un mensaje o no. Me reí por las noches en las que no lo pensé y simplemente lo hice. 

Pero las cosas cambiaron. 

¿Cambiaron, verdad? 

  Al final me dije que te escribiera, que no habría problema porque ya sabes lo terriblemente espontánea que soy, pero pensé -incluso con el mensaje escrito- que ya no tenía ese derecho, que ya no podía escribirte a mitad de la noche sólo para decirte que te quiero, que ya no era la dueña de tus sueños para irrumpir en ellos, que no debía quitarte horas de descanso sólo por un antojo de mi corazón. 

De mi caprichoso corazón. Anoche quise escribirte, dibujarte una sonrisa en los labios y -quizás, sólo quizás- alegrar tu día, pero entre el jurado, protagonizado por la razón, y el juez que resultó ser mi conciencia, me han negado tan atrevida petición. Para resistir mis impulsos y satisfacer mis caprichos: hurgué en mis recuerdos. Me paré de la cama y encendí la luz, recogí esa caja de madera que guardo en el closet y tomé un viaje en el tiempo; habían fotos, tantas que se me hizo imposible contarlas, notitas de mis amigas, regalos de amores pasados y tú. Si, tú estabas en una pequeña caja en mi armario. 

Estaban tus sonrisas regadas en todos lados, un botón de tu camisa que había encontrado entre mi cabello alguna vez, estaba esa foto que te tomé mientras creías que jugaba con mi teléfono. Luego miré alrededor y me levanté exaltada: no sólo estabas en mi cápsula del tiempo, estabas disperso en toda mi habitación. Encontré tus miradas acostadas en mi cama, tus cosquillas en el suelo -junto a mí-, tus sueños en mi almohada, tus palabras rebotando en las paredes, los atisbos de tus risas guindados en mi espejo y tus besos aún persiguiéndome en el armario.